No os digo nada
nuevo si os cuento que las novelas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial se
cuentan entre mis favoritas, siempre me llaman la atención y si, como es el
caso, se basan el un hecho real, no suelo pensármelo mucho. Hoy os hablo de El tatuador
de Auschwitz.
Mi opinión
Lale, judío
eslovaco, llegó al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau en abril de
1942, allí fue tatuado con el número 32407 y poco después él mismo se
convertiría en la persona encargada de tatuar a los recién llegados. Así fue
como en el mes de julio del mismo año tatuó el 34902 a una joven eslovaca, no
le hizo falta conocer su nombre, bastó una mirada para enamorarse de ella. Así
conoció al amor de su vida, Gita.
Así comienza una
historia de amor y supervivencia. Durante tres años Lale y Gita vivieron el
horror de un campo de concentración y, aun así, en el seno de la mayor crueldad,
hubo un tiempo para que creciera el amor. Con la ayuda de un guardia personal
de las SS, Lale comenzó a enviar cartas a Gita, a quedar los domingos, día en
el que no trabajaban, con ella y comenzó a crecer un amor que solo la muerte,
afortunadamente muchos años después y muy lejos ya de los campos de
concentración, pudo separar.
Lale ocupaba un
lugar en cierto modo privilegiado dentro de Auschwitz-Birkenau y se aprovechó
de ello para ayudar a sus compañeros en todo lo que pudo y, por ejemplo, sus
raciones extra de comida servían para paliar un poco el hambre que el resto
sufría. Una pequeña ayuda que nunca podría aliviar el dolor que el propio Lale
sentía al pensar que era precisamente él el encargado de marcar a los
prisioneros con ese tatuaje que terminaría siendo uno de los símbolos del
Holocausto y que era una muestra más de la pérdida total de identidad que sufrieron, despojados incluso de su nombre, pasando a ser un mero número tatuado
en el antebrazo.
Todo ello lo narró
el propio Lale, tras la muerte de Gita, a Heather Morris, quien le entrevistó
durante años hasta que, tras la muerte del protagonista, vio la luz esta novela
que en principió se concibió como guion cinematográfico. Y ciertamente durante
la narración he tenido en numerosas ocasiones, demasiadas, esa sensación. Quizá
por el desapego con el que son narrados tantos horrores que a menudo se
asemejan más a una relación de hechos que a una realidad plasmada sobre el
papel. Esto ha hecho que no consiguiera implicarme ni con los protagonistas ni
con los sucesos de la forma emocional e intensa que una historia como ésta, en
mi opinión, requiere. La he sentido lejana porque he sentido lejana la
implicación de la autora con una prosa poco elaborada y un estilo aséptico que
me han mantenido alejada de la historia. Solo con una carta final que se
incluye en el libro, escrita por otra persona, he conseguido emocionarme.
En definitiva, El tatuador de Auschwitz es una historia brutal sobre el Holocausto que
encierra una bonita historia de amor, pero que yo no he disfrutado todo lo que
esperaba debido principalmente a un estilo narrativo que me ha resultado
excesivamente frío y ajeno. En cualquier caso, y como siempre os digo cuando mi
opinión no es tan positiva como me gustaría, leed otras opiniones que seguro
serán muy distintas a la mía.