Hace
unos días tuve la oportunidad, gracias a Ediciones Destino, de asistir a un
encuentro con Alejandro Palomas. Como en otras ocasiones el lugar elegido fue
el Hotel de Las Letras que con su ambiente relajado y sus comodísimos sofás se
presta de maravilla a este tipo de encuentros. Si, además, solo somos cuatro
los asistentes mejor que mejor porque, como suele suceder, el evento se
convierte en esa charla entre amigos en
la que surgen todo tipo de cuestiones, en las que se habla de todo y, claro
está, mucho de libros, de blogs, de autores, de editoriales…
Yo
aún no había terminado de leer “Un perro”, la última novela de Alejandro, de
hecho lo había comenzado hacía muy poco, pero ya sabía que, como en otras
ocasiones, sería una lectura de las que
se quedan dentro de mí. Una lectura de las que vives porque el autor tiene
esa capacidad tan increíble de meter al lector en sus novelas para que se
sienta un protagonista más y consigue que sus lectores vivan y sientan las
emociones que parecen campar a sus anchas por las páginas. Si para mí, como
lectora, el desgaste emocional es tremendo, ¿cuánto desgasta al autor escribir así? “Muchísimo, muchisísimo”
fue su contestación. Sobre todo teniendo en cuenta que Alejandro escribe en
períodos de tiempo muy breves, tres meses en este caso, en los que vive y
siente todo lo que escribe. En los que confiesa vivir, comer, dormir con sus
personajes. En los que se siente habitado por ellos.
No
podría contaros cómo es escuchar a Alejandro Palomas hablando de sus libros,
hablando de su proceso creativo, del mundo que crea para él, el mundo que desea
y no siempre tiene. Los libros de
Alejandro Palomas son especiales porque él lo es y ahora que ya han pasado
unos días desde que terminé “Un perro”, ahora que sigo echando de menos a esa
familia que también es la mía, me reafirmó más aún en lo que le dije aquella
tarde y es que deberíamos crear un género, ya que nos gusta tanto etiquetarlo
todo, para los libros abrazables como
lo son los suyos.
Alejandro
nos contó que no puede vivir con drama, drama y drama, y por eso sus libros son así, como lo es él, ese
torbellino que te arrastra y te lleva de la risa al llanto. Nos confesó
también que no deja de sorprenderle cómo los lectores nos identificamos tanto
con sus personajes, cómo nunca imaginó que eso pudiera suceder, que no es algo
deliberado por su parte.
Hablamos
también sobre cómo fue el proceso de edición de “Un perro”. Lo encantado y mimado que se ha sentido por
la editorial, Destino. Para él ha sido una experiencia maravillosa, con un
verdadero trabajo en equipo en el que le han dejado participar y opinar en
todo: portada, contra, sinopsis… Cien por cien confianza es lo que ha marcado
el trabajo con esta editorial con la que trabaja por primera vez.
Sus
otros títulos no podían faltar en nuestra charla y rápidamente salió uno que
recientemente ha sido reeditado, “El tiempo que nos une”, la primera novela que
leí de Alejandro Palomas. La novela con la que me conquistó totalmente y por la
que el autor confesó que mata. Después vendrían “Una madre” y “Un hijo”, con el
que añadió un público distinto al que ya le leía. Y ahora “Un perro”. Para él era importante que “Una madre” y “Un
perro”, a pesar de compartir protagonistas, fueran independientes, pero
interdependientes. Que cualquiera pueda leer el segundo sin haber leído el
primero. Que el lector de “Un perro” quiera leer “Una madre”, pero que si no lo
hace no pase nada porque no tendrá la sensación de haberse perdido algo en la
historia que nos cuentan.
Al
autor, como nos sucede a los lectores, le
cuesta despedirse de Amalia, de Fer, de Silvia, de Emma… Realmente nunca se
despide de ellos. Inventa cosas para que siempre estén ahí y no le cabe duda de
que, no sabe ni cómo ni cuándo, volverán a estar con nosotros. A nosotras
también nos costó despedirnos de Alejandro Palomas, de hecho lo retuvimos más
de la cuenta por lo que llegaría tarde a su siguiente cita, pero el tiempo pasó
tan rápido y se quedaron tantas y tantas cosas por comentar…