Para cuando la
termine ando un poco dudosa sobre cuál leer y la decisión estará entre Romperás
la noche con un grito de David Orange y La casa de los niños de Mario
Escobar. ¿Con cuál me animáis?
¿Y vosotros, qué
leéis?
Para cuando la
termine ando un poco dudosa sobre cuál leer y la decisión estará entre Romperás
la noche con un grito de David Orange y La casa de los niños de Mario
Escobar. ¿Con cuál me animáis?
¿Y vosotros, qué
leéis?
La cuarta novela
de Luis Roso, y tercera protagonizada por el inspector Trevejo, no podía faltar
en mis estanterías después de lo mucho que disfruté con Aguacero y Primavera cruel. Hoy os hablo de Todos los demonios.
En pleno agosto
de 1960 aparece el cadáver de Jude Kochansky, director del Instituto Goethe en
Madrid, ciudadano alemán y judío. Poco después, en un pueblo de Toledo, serán
los cuerpos de un cura y una mujer los que aparezcan sin vida en la casa que
ambos compartían. Aparentemente nada tienen que ver el uno con los otros, pero
algunos indicios apuntan a que los crímenes pueden estar relacionados.
Luis Roso nos
ofrece de nuevo una novela en la que la magnífica ambientación nos envuelve
desde las primeras páginas. Sumergirse en Todos los demonios es hacerlo en aquel
Madrid de los años 60 en el que fugitivos nazis y espías de todas las
nacionalidades se paseaban por sus calles. En este aspecto poco nuevo encontramos
en esta lectura sobre un tema conocido que, aun así, sigue funcionando y asegurando
al lector unas cuantas horas de entretenimiento, si bien he de decir que de las tres novelas protagonizadas por Trevejo esta es la que menos he disfrutado. No entendáis que no me ha gustado, porque no es el caso, pero sí que es cierto que en este caso creo que carece de la hondura y trasfondo que sí encontré en las otras o quizá sea simplemente que, como he comentado, el tema nazis en España y espías pululando por Madrid no me ha aportado en esta ocasión nada nuevo.
A caballo entre el
género policíaco y la novela de espías Todos los demonios tiene un comienzo prometedor
sobre el que el autor va sentando las bases de un complejo puzle que conforme
avanzamos se nos antoja cada vez más irresoluble. Al tiempo que nuevos y
variados personajes van entrando en escena, los escenarios van cambiando y la investigación
se convierte en una auténtica carrera que imprime un ritmo casi frenético a
la lectura según nos vamos acercando a un desenlace con el que el autor sale
más que airoso.
Sin duda lo
mejor de esta serie de novelas, que por cierto pueden leerse de forma
totalmente independiente ya que poco o nada se incide en la vida personal de
Trevejo, es su protagonista. Un policía en la dictadura franquista, con las
dosis justas de cinismo e ironía que en esta ocasión se ve acompañado por unos
cuantos secundarios muy interesantes y bien dibujados. Además, y como ya
hiciera en anteriores ocasiones, Luis Roso incluye algunos personajes reales de
la época, como es el caso de Otto Skorzeny, protegido nazi durante el
franquismo que llevó una acomodada vida en Madrid hasta su fallecimiento.
En definitiva, Todos
los demonios es una novela bien narrada y con buenos personajes que combina lo
mejor del género negro y el género de espías.
Aunque su
conocida y aclamada saga de los Cazalet sigue formando parte de mis eternos
pendientes, Elizabeth Jane Howard me conquistó con su prosa hace algo más de un
año con Como cambia el mar, así que no lo he dudado ni un momento para ponerme
con la última publicación que nos ha ofrecido Siruela. Hoy os hablo de Después
de Julius.
Veinte años
después de la muerte de Julius durante la evacuación de las tropas aliadas en
Dunkerque, se reúnen en la casa familiar de Sussex su mujer, Esme, y sus dos
hijas, Cressida, concertista de piano, y Emma, editora. Las acompañan durante
el fin de semana el doctor Felix King, quien en su juventud fuera amante de
Esme, y Dan Brick, un poeta al que Emma acaba de conocer. Un fin de semana que
comienza como una ocasión de pasar unos agradables días juntos y que terminará
en auténtica devastación.
La autora
derrocha talento en esta novela coral con la que aborda diversos temas como
el amor, el sexo, la infidelidad, el aborto, el rol de la mujer en la sociedad…
al tiempo que realiza un retrato social de la época y ahonda en cómo la pérdida
y la pasada guerra han marcado el devenir de sus protagonistas. Alternando la
percepción de los cinco personajes conocemos la vida interior de estas mujeres
que, poco a poco, nos van revelando sus traumas y heridas, a menudo causados
por un elenco masculino al que le sobra egocentrismo y le faltan unos
mínimos escrúpulos.
Con una prosa
elegante y un estilo cuidado y depurado Elizabeth Jane Howard arrastra al
lector a un fin de semana en el que algunos secretos saldrán a la luz y en
el que se palpa más que nunca cómo la sombra de Julius sigue proyectándose
sobre su viuda y sus hijas de forma que, aunque ausente, él es uno de los
principales personajes de la novela ya que su última heroica acción ha marcado
la vida posterior de todos ellos.
Como ya hiciera
en Como cambia el mar, los personajes se dibujan por sus acciones y sus
acertados diálogos, de forma que sin necesidad de descripción alguna el
lector va conociendo poco a poco sus personalidades y entendiendo así algunas
de sus inexplicables reacciones, aunque no todas, especialmente con una brutal
escena que se desarrolla hacia el final de la novela y que aún sigue dando
vueltas en mi cabeza ya que no soy capaz de entender cómo actúa posteriormente la
mujer que la protagoniza. Intento ponerme en su piel, intento no jugar con los
ojos de hoy lo sucedido muchos atrás, pero no lo consigo.
En definitiva, Después
de Julius es una interesante novela coral en la que la autora realiza un
magistral trabajo en el trazado de los personajes para hacernos entrar en
su lado más vulnerable, en sus decepciones y en sus anhelos.
¿Y vosotros, qué
leéis?
Me sucede a
menudo que tengo libros pendientes de leer de un autor durante mucho tiempo y
en lugar de ponerme con ellos me lanzo a por la última novela suya que llega a
casa. Es una mala práctica con la que solo consigo acumular más y más libros y
es justo lo que me ha sucedido con Ayanta Barilli, cuya novela finalista del Premio
Planeta 2018, Un mar violeta oscuro, sigue durmiendo el sueño de los justos en mis
estanterías, mientras que su última publicación de hace unos meses es de la que
hoy os hablo: Una mujer y dos gatos.
En Una mujer y
dos gatos Ayanta Barilli nos lleva hasta el confinamiento que todos vivimos
durante 2020. Os confieso que era un tema sobre el que no me apetecía demasiado
leer, sentía que bastante tenía con haberlo vivido y, además, haberlo vivido
sola, saliendo todos los días a trabajar transitando calles desiertas por las
que a veces hasta me daba miedo caminar.
Pero finalmente
me animé y me alegro de haberlo hecho. Durante la lectura es inevitable
preguntarse cuánto hay de autobiográfico en ella, pero sea como sea lo
cierto es que su narrativa es tan cercana, tan íntima en ocasiones, que es
fácil imaginar que habla de sí misma en todo momento y ha sido en su soledad
de aquellos días y en sus pensamientos y emociones en los que me ha sido
sumamente fácil sentirme identificada. Incluso en aquellas que difícilmente
expresaríamos en voz alta por miedo a resultar poco correctos o egoístas.
En este testimonio
de una época desoladora en la que todo era confusión, desconocimiento e
incertidumbre, hay lugar también para apreciar las cosas buenas que de un modo
u otro nos trajeron aquellos días y hay espacio para la reivindicación personal
y para la desobediencia.
En definitiva, Una
mujer y dos gatos es un relato íntimo y cercano de una época bien conocida
por todos, narrado con sensibilidad y con grandes dosis de rebeldía. Me ha
gustado acercarme a esta vivencia y me ha gustado, sobre todo, el estilo
narrativo de una autora a la que volveré con toda seguridad.
Como ya sabéis los que me conocéis y los que habitualmente pasáis por aquí desde hace mucho tiempo, y salvo alguna excepción como fue el caso de Santiago Posteguillo con Yo, Julia, no soy muy aficionada a leer los libros ganadores del Premio Planeta. Probablemente, y solo por la polémica generada, me hubiera dado pereza animarme con La Bestia, pero lo cierto es que la trilogía de Carmen Mola, con sus más y sus menos, en general me gustó y, aunque el tema de la novela ganadora no terminaba de llamar mi atención no pude resistirme y fue el título con el que cerré el pasado año. Hoy os hablo de La Bestia.
En el verano de
1834, durante la regencia de María Cristina, el conflicto carlista cada vez más
enardecido y el cólera asolando Madrid, aparece en las afueras de la ciudad el
cadáver desmembrado de una niña. No es el primero y probablemente no sea el
último. Las gentes de la zona hablan de La Bestia, un ser al que nadie ha visto
claramente y al que todos adjudican una imagen a medio camino entre lo humano y
lo animal.
Con un inicio de
lo más macabro en el que los autores derrochan crudeza, comienza una novela
cuya principal virtud es la magnífica ambientación que nos ofrece, fruto
sin duda de lo que ha debido ser un exhaustivo trabajo de documentación.
De un plumazo el lector se traslada a esa ciudad insalubre sumida en el caos y
que ha culpabilizado de todo a los pobres, acusándolos de transmitir la
enfermedad, al tiempo que otros arremeten contra la Iglesia a la que también
culpan de envenenar las aguas. Una ciudad en la que la conspiración política
está a la vuelta de cada esquina y en la que la inseguridad y el miedo se han
convertido en el pan nuestro de cada día.
A pesar del
impactante comienzo lo cierto es que La Bestia empieza demasiado pronto a
zozobrar en reiteraciones que minan la intriga y el interés creado en las
primeras páginas y, si bien tiene momentos en los que remonta, no consiguió
mantenerme en vilo prácticamente en ningún momento y sentí que a menudo se
perdía en demasiados lugares comunes de novelas del género y no sé, quizá
sea porque ahora conocemos quién, o mejor dicho quiénes, están detrás de Carmen
Mola, pero lo cierto es que en esta novela me ha asaltado a menudo el
pensamiento de esto parece más el guion de una serie que una novela, con personajes
que desaparecen de un plumazo cuando más protagonismo están alcanzando y con
una intensidad en la investigación que a menudo no se correspondía con los
resultados.
Carlistas contra
isabelinos, rituales, sociedades secretas y una protagonista tan bonita como pobre
y desgraciada al más puro estilo Dickens, son los ingredientes principales de
una novela que, en mi opinión, y a pesar de sus muchos golpes de efecto, no
está a la altura y que a ratos me ha entretenido y, en otros ratos, ni siquiera
eso.
Tengo unas
cuantas reseñas pendientes a las que tengo que ir dando salida antes de que se
me acumulen más aún, aunque lo cierto es que mi ritmo lector se ha resentido
con este comienzo de año. En cualquier caso espero recuperar pronto mi ritmo
habitual.
¿Y vosotros, qué
leéis?