En cuanto supe de esta publicación no tuve la más mínima duda que era una lectura para mí y desde luego no me equivoqué, solo le puedo achacar que me haya dejado con tantas ganas de más y es que cuando comencé la lectura de Libelo de sangre no tenía ni idea de que su última página no sería el final de una historia que me ha fascinado.
Corre el año
1620 cuando un libelo de sangre acusa al matrimonio Castro del asesinato ritual
de un niño cristiano. La Inquisición no tarda en detenerlos y solo su hijo
Alonso, a cargo de su hermano de meses, logra escapar para emprender un
camino lleno de penurias y dificultades con un solo objetivo: limpiar el nombre
de los Castro.
Libelo de sangre
es una de esas novelas que mientras te entretienen logran enseñarte la vida en
una fascinante época a la que la autora nos traslada para que vivamos y
sintamos como un personaje más de aquel vibrante Madrid del Siglo de Oro en
el que los contrastes definían el devenir de una población que navegaba
entre la opulencia de palacios y palacetes y las sucias calles, entre los
privilegios de la alta alcurnia y la miseria de los menos afortunados. Sus
descripciones son sumamente detalladas y consiguen eso tan difícil en
ocasiones: situarnos en el centro de la narración sin perder un ápice de
tensión narrativa.
Pero no son solo
los escenarios los que brillan en la magnífica ambientación que nos regala
Sandra Aza, sino que mima cada detalle para sumergirnos en la época a través
de los usos y costumbres de entonces y, muy especialmente, a través del
lenguaje con una serie de expresiones y vocablos que dotan de riqueza la
lectura.
Destacable es
también como nos introduce en el proceso inquisitorial sin caer en el morbo
fácil de recrearse en demasía en los métodos utilizados y, si bien no renuncia
a la crudeza, se centra más en el aspecto jurídico tan riguroso por el que se
regía.
Con estos mimbres
es imposible que el lector no haga suya una trama en la que la amistad, la
lealtad y el honor son los grandes protagonistas. Una novela habitada por
personajes a los que odiar tanto como amar a otros. Una historia que
emociona tanto como entretiene y enseña.
¿Para cuándo la
continuación, Sandra?