Janice es una
mujer de mediana edad que se gana la vida limpiando casas en Cambridge, donde
vive con su marido. Muchos de sus empleadores son ya viejos conocidos que, poco
a poco, han ido contándole historias que ella atesora como si fueran propias,
historias de las que aprende y con las que vive lo que ella no cree poder vivir
atrapada en una existencia monótona e insatisfecha en la que su mayor fuente de
preocupaciones son su marido Mike, quien cambia continuamente de trabajo, y su
hijo Simon, al que casi no ve y a quien teme haber decepcionado. Todo dará un
vuelco cuando comienza a trabajar para la señora B., quien le hará ver que ella
también tiene una historia que contar.
Suelen atraerme
las novelas sobre personas corrientes, con existencias al uso, incluso que
podríamos considerar aburridas, porque son ciertamente muchas lecturas en las
que he encontrado la magia de lo extraordinario dentro de la cotidianeidad. Y
eso es lo que esperaba de esta novela que viene precedida de tan buenas
críticas y ventas en el Reino Unido.
Pero lo cierto
es que, salvo momentos muy puntuales, la lectura me ha resultado monótona a
pesar de tratar temas que suelen ser de mi interés como son la culpa, las relaciones
paternofiliales y el valor de la amistad. Mi impresión es que Sally Page no
termina de profundizar en esa idea de que todos tenemos una historia que contar
y se centra en demasía en intentar crear un libro conmovedor con el que trasladar
un mensaje de esperanza que termina siendo ingenuo a pesar de ensalzar el innegable
valor de las segundas oportunidades.
Leo otras
opiniones sobre La coleccionista de historias y la mía difiere de la mayoría de
ellas, difiere incluso de mis propios gustos y es que la buena idea de la
autora se me ha quedado solo en un intento y en una mera sucesión de demasiados
lugares comunes.