Los años no han
pasado en balde para Coveiro que después de una vida dedicada a la violencia ejerce
ahora como sepulturero en Balanegra y se encarga de su sobrino Marco, un chico
autista, sin que nada perturbe la paz en la que vive hasta que el hijo mayor de
Rubí de Miguel, dueña de la mayor industria cárnica del país, muere y es
enterrado allí. En ese sepelio hay algo que nadie debe saber, algo de lo que
Marco es testigo involuntario, lo que provoca que se lo lleven con él.
Una estructura
basada en capítulos breves y un estilo que golpea con frases cortas y secas
hacen que desde las primeras páginas el lector perciba la voz propia del autor
que se luce especialmente en la ambientación, con descripciones muy visuales
que nos traen aires cinematográficos para una historia de malos, con la
excepción del joven Marco, inocente testigo de unos extraños hechos.
Con un estilo
tan sencillo como duro, en el que destacan los diálogos llenos de fuerza, el
autor despliega su potencia narrativa e imprime un ritmo que, sin llegar a ser
trepidante, transmite al lector una acuciante sensación de urgencia.
Aunque la acción principal se desarrolla en apenas unas horas, son numerosos los
flashbacks que sin romper ritmo salpican la narración y nos permiten conocer el
oscuro pasado de Coveiro como asesino a sueldo.
Un personaje éste
que no puede dejar indiferente a nadie con sus luces y sus sombras, lleno de
carisma y que aúna el cinismo con el cariño y la ternura hacia su sobrino,
razones que lo empujan a emprender una última batalla. Acompañando al
protagonista un amplio número de secundarios de lujo como los Bobby, esa pareja
de sicarios que perfectamente imaginamos en una película de Tarantino y en la
que se conjuga lo letal con un cierto glamur durante sus operaciones de
limpieza y que proporcionan al lector un alivio cómico dentro de tanta maldad y
oscuridad. Un elenco que no precisa de grandes descripciones para transmitir todo
lo que sus personajes encierran.
Una novela tan breve,
apenas doscientas páginas, como intensa y sobria en la que no hay una sola palabra
de más y que resulta ser un soplo de aire fresco dentro de la trillada
novela policíaca. Esta cuarta novela de Marto Pariente se ha definido como una
novela negra en clave de western crepuscular, pero más allá de etiquetas
solo os puedo decir que me ha encantado y que a buen seguro no será lo único
que lea del autor.