A pesar de tener
varios títulos publicados no fue hasta 2016 que conocí a Carlos Aurensanz con
Hasday. El médico del califa y, aunque en mis estanterías aún espera su turno
de lectura El Rey Tahúr, ha sido con su última publicación, con la que se
aparta su narrativa más habitual, con la que he vuelto a sus letras. Hoy os
hablo de El tejido de los días.
Mi opinión
Corre el año
1950 y Julia, sola y embarazada, acaba de llegar a Zaragoza. En su situación no
lo va a tener nada fácil para salir adelante, pero afortunadamente al menos
cuenta con una tranquilidad económica que le permite montar un salón de costura
que pronto empezará a hacerse un hueco entre las mejores familias de la ciudad.
Será precisamente con el encargo de un vestido como entrará en su vida la
familia Monforte, una de las más influyentes de la ciudad que, sin embargo, de
puertas para adentro guarda oscuros secretos.
Si bien Julia es
sin duda el hilo conductor de esta novela, pronto sus páginas se llenan de un
amplio elenco de personajes formados en su mayor parte por la familia Monforte
y el personal a su servicio. Para mí, ellos y no otros, quizá influida también
porque a Julia en demasiadas ocasiones me ha costado un poco creérmela y
sentirla como real, son los grandes protagonistas de esta novela que, a pesar
de su extensión, se lee sin pausa tanto por lo que cuenta como por la forma de
hacerlo y es que Carlos Aurensanz despliega una prosa tan elegante y rica
como fluido y ágil es su estilo.
De la mano del autor,
y gracias a una magnífica ambientación, viajamos hasta Zaragoza y vivimos en
una ciudad en plena postguerra donde unos pocos viven en la opulencia
mientras el resto sigue sujeto a la cartilla de racionamiento (no se
eliminarían hasta 1952), donde unos pocos se enriquecen con el estraperlo,
mientras que otros solo conocen la miseria y el hambre. Transitamos por una
sociedad en la que la Iglesia tenía el control absoluto sobre lo que era
moralmente aceptable o no. Una sociedad en la que ser mujer no era fácil, con
un papel relegado a ser esposa y madre. Una sociedad en la que el
entretenimiento de la mayoría era escuchar la radio y programas como el de
Elena Francis, del que en la novela se nos ofrecen algunos ejemplos de
respuestas que, a pesar de saber cómo era la vida entonces y qué se esperaba de
las mujeres, han conseguido indignarme.
Pero volvamos a
la novela. El tejido de los días abarca un espacio temporal de cuatro años en
los que las vidas de los personajes se van entrelazando a través de distintas
subtramas que partiendo de la principal van enriqueciendo una lectura que se
lee con interés pasando de la emoción a la indignación, sin olvidar tampoco
los momentos de dicha. Una novela en la que los secretos más oscuros y crueles
pugnan por salir. Secretos que, aunque alguno de ellos puede intuirse, van
mucho más allá de lo que mi imaginación pudo pergeñar y si bien quizá al autor
se le vaya un poco la mano al desenmarañar la madeja y crear nuevos lazos
sacando a la luz todo lo escondido, lo cierto es que funciona y nos regala un
final sin fisuras y muy emotivo.
En definitiva, El
tejido de los días es una novela muy entretenida y bien escrita que nos
traslada hasta la Zaragoza de los años 50 con una fantástica ambientación. Una
novela habitada por una amplia galería de personajes con los que tejer historias
entrelazadas que crean un entramado con el que disfrutar de unas cuantas horas
de lectura.