Es
difícil sacarme de mi zona en confort en cuanto a lecturas se refiere por eso
quizá os sorprenda encontrar hoy en el blog una novela en la que la fantasía
juega un papel muy importante ya que es un género bastante alejado de mis
gustos habituales, pero motivos que no os voy a contar por no alargar esta
introducción hicieron que esta lectura llegara a mis manos y os digo desde ya
que me alegro de que así fuera. Hoy os hablo de El faro del desierto.
Sinopsis
Emilia
Calatrava y Lorenzo Guzmán pertenecen a dos mundos diferentes, sin embargo
comparten la misma esencia, ayudar al semejante.
A
partir de su primer encuentro, se desarrolla esta maravillosa historia, que nos
transporta a un ambiente en el que se mezclan y entrelazan, a la perfección, un
escenario terrenal y mundano con un universo de fantasía, etéreo e ingrávido.
El
ideal que comparten nuestros personajes impregna a los habitantes de una
pequeña ciudad de provincias, despertando su espíritu solidario y haciéndolos
protagonistas de un hecho insólito.
Antonio
García Cazorla, en esta su ópera prima, nos sorprende con una estupenda novela,
narrada con un estilo literario propio y singular, que tan bien conocemos los
que estamos acostumbrados a sentir con sus canciones.
Es
un derroche de fantasía e imaginación, que solo exhiben los grandes, para
deleite de mentes inquietas y almas ávidas de sensaciones.
El
faro del desierto provoca emoción, genera sentimiento y nos transporta a un
mundo de ilusión, como pocos libros son capaces de hacer.
Mi opinión
Hoy
no os voy a hacer el pequeño resumen de la historia que habitualmente hago
porque El faro del desierto es una de esas lecturas a las que es mejor enfrentarse
totalmente a ciegas y, sobre todo, sin prejuicios. Os aviso que en mi caso no
fue del todo así porque la persona a través de la cual me llegó la novela algo
me había contado y, aún así, he ido de sorpresa en sorpresa.
El
faro del desierto plantea muchos y variados temas al lector, no en vano toda la
trama pivota en torno a un trabajador social y a algunos de los usuarios del
centro en el que trabaja, pero por encima de todo estamos ante una lectura que
nos habla de la eterna lucha entre el Bien y el Mal. Esta batalla, siempre vigente
en la literatura, es la que nos plantea Antonio García Cazorla y
para ello se vale de un mundo de fantasía al que traslada al lector con
facilidad porque, por descabelladas que sean algunas de las situaciones que nos
plantea, el autor consigue desde las primeras páginas dotar al entorno de una
atmósfera envolvente atrapando al lector y convirtiendo en plausible lo más
insólito. En esta lucha no podía faltar otro tema que se erige como la mejor
arma con la que luchar y vencer a ese Mal que nos acecha incluso cuando no lo
vemos: la solidaridad. La solidaridad que se desvela como única salvación y que
da un sentido a la vida incluso de quienes nunca se creyeron capaces de
levantarse y alzar la voz ante el dolor y la injusticia.
Los
personajes principales, Emilia y Lorenzo, tan equidistantes y tan
complementarios, y tan parecidos cuando de sacar fuerzas se trata, están
dibujados con esmero y mimo, consiguiendo el autor de nuevo dar credibilidad a
la magia y presentarlos ante el lector de forma reconocible y cercana. Junto a
ellos el autor despliega un amplio elenco de secundarios y es aquí donde tengo
que poner un pero a la novela y es que, además de ser numerosos, el autor en
ocasiones se pierde en una narración excesiva de las circunstancias personales,
tanto pasadas como presentes, de estos personajes de forma que la novela pierde
en algún momento el ritmo pausado pero constante que mantiene desde el inicio,
para entrar en algunos valles que ralentizan la lectura con una serie de datos
que poco o nada aportan a la trama principal y que sacan al lector de ese mundo
onírico que con tanto acierto ha sabido dibujar. Esto es algo que suele ocurrir
bastante en las primeras novelas y Antonio García Cazorla, como tantos otros
antes que él, ha querido contarnos más de lo que era realmente necesario, nada
que no sea perdonable en un autor novel.
Pero
si hay algo que me ha gustado de El faro del desierto y que no puedo dejar de
destacar es la maravillosa forma que tiene de narrar el autor. Si bien es
cierto que se aprecian grandes diferencias entre unos capítulos y otros, e
incluso en las distintas situaciones que se dan dentro de los mismos, en los
que el autor en ocasiones se deja llevar por un exceso coloquial, en general su
estilo es elegante y su prosa resulta cálida, envolvente, musical y por
momentos parece convertir la prosa en poesía. Esto se pone de manifiesto en
muchas y variadas ocasiones, pero es en la narración de un encuentro sexual
donde Antonio García Cazorla derrocha sensibilidad y sensualidad. Quiero
destacarlo porque es realmente difícil no caer, no ya en la vulgaridad, sino en
fórmulas manidas intentando precisamente evitar lo vulgar y el autor supera la
prueba con nota ofreciendo a los lectores un pasaje en el que consigue que el
lector viva y sienta el momento mágico en el que dos cuerpos que se aman se
unen en un viaje en el que el placer físico y la plenitud emocional conforman
un todo.
Me
ha gustado leer El faro del desierto y me gustaría aún más leer al autor en
otro registro, en otro género en el que potenciara ese lado íntimo e intimista
que me ha dejado adivinar con su ópera prima y con el que me ha cautivado. Tengo
la sensación de que Antonio García Cazorla tiene muchas cosas que contarnos y
que El faro del desierto puede ser solo el aperitivo. Mientras el resto llega,
que espero que así sea, solo me queda animaros a leer esta novela.