Si hay una ambientación
bélica que me guste, además de la Segunda Guerra Mundial, es nuestra triste
Guerra Civil y, por extensión, el período de posguerra. Irremediablemente me siento
atraída por estas novelas y si, además, están escritas por un autor al que
tengo muchas ganas de descubrir, Pere Cervantes en este caso, no necesito más
motivos para lanzarme de lleno a la lectura. Hoy os hablo de El chico de las
bobinas.
Mi opinión
En la Barcelona
de 1945, Nil Roig colabora en la economía familiar, sostenida únicamente por su
madre, llevando bobinas de películas a los distintos cines de la ciudad. El día
que cumple trece años recibirá de su madre un regalo muy especial, la bobina de
El gran dictador, pero esa alegría se verá empañada cuando, tras ver huir a un
hombre de su portal, cuyo rostro se quedará grabado en su mente, presencia la
agonía del individuo que acaba de ser atacado y que, instantes antes de morir,
entrega a Nil el cromo de un actor y pronuncia el nombre de su padre, David,
huido a Francia en 1939.
La atmósfera de la Barcelona de la posguerra
toma cuerpo ante nuestros ojos gracias a una ambientación que nos permite
sentir la vida de aquellos años y movernos entre los contrastes de la
miseria de Poble Sec, donde viven Nil y su madre, y el lujo y riqueza del Paseo
de Gràcia o del Hotel Ritz, sin olvidarnos de la comisaría de la Brigada Político
Social con todo su catálogo de abusos y torturas. Se toma el autor el tiempo
necesario para que ese ambiente vaya calando en el lector, para que se sienta
viviendo entre sus páginas, y lo hace con un
ritmo sostenido y una prosa tan envolvente como cuidada y elegante,
regalándonos así una de esas narraciones en las que, más allá de la trama, se
disfruta del simple placer de leer.
Dividida en
cuatro partes: 1945, 1947, 1949 y 2021, Pere Cervantes, con un lenguaje muy
cuidado, utiliza el narrador en tercera persona salvo para 2021, donde nos
reserva la primera persona. Ha sido esta última parte la única con la que me ha
costado un poco conectar. Quizá porque venía de una casi comunión perfecta con
lo leído y vivido anteriormente, que lo narrado en esta última parte, aun teniendo
su justificación, la hubiera preferido distinta, más íntima y sin incluir algún
personaje que, en mi opinión, no solo no aporta, sino que distrae de lo
realmente importante. Sé que es muy vago lo que os digo, pero seguro que los
que habéis leído el libro sabéis a qué me refiero.
Los personajes que pasean por las páginas de
El chico de las bobinas solo los puedo describir como soberbios. Yo, que no
suelo disfrutar, y por lo tanto no suelo animarme, con novelas cuyos
protagonistas sean niños, he sentido que conectaba con Nil desde el primer
momento y le he acompañado en su paso hacia la adolescencia. Pero si hay un
personaje que me ganó desde su primera aparición fue Soledad, la madre de Nil,
esa mujer que perdió una hija en la guerra, esa mujer abandonada por un marido
que antepuso su lucha y sus ideales a ella, esa mujer que grita por dentro lo
que no puede expresar y que aun así sigue luchando sin descanso. Frente a ella
uno de los personajes más terribles que me he encontrado últimamente, Víctor
Valiente, inspector de policía que encarna la maldad pura y dura. Y junto a estos
tres protagonistas todo un auténtico lujo de secundarios inolvidables:
Bernardo, Leo, Bonifaci… Un elenco que
me ha hecho pasar por mil y una emociones durante la lectura.
El chico de las
bobinas no es solo una novela sobre la represión franquista, la resistencia
republicana de los maquis y los muchos nazis que encontraron en nuestro país un
lugar en el que no solo seguir con sus miserables vidas, sino además montar
toda una red de espionaje. El chico de
las bobinas es el emocionante relato de los sueños que nunca desfallecen,
encarnados en esas salas de cine de barrio que ofrecían una puerta a otras
vidas alejadas de la miseria, el dolor y el miedo imperantes, y un homenaje a esas mujeres fuertes que no
se arredraron ante las penurias que les tocó vivir y siguieron luchando por
seguir adelante.
¿Qué más os digo
par animaros a leer El chico de las bobinas? Para mí ha sido una lectura
soberbia y no tengo ninguna duda de que vosotros también la disfrutaréis.