Perdida en algún rinconcito de
este paisaje me encuentro, todo lo perdida que pueda, descansando, leyendo y, sobre todo, disfrutando.
Nos vemos en septiembre. ¡Disfrutad!
Perdida en algún rinconcito de
este paisaje me encuentro, todo lo perdida que pueda, descansando, leyendo y, sobre todo, disfrutando.
Nos vemos en septiembre. ¡Disfrutad!
Algunas reseñas se van quedando atrás y no siempre porque la lectura no la haya merecido, sino simplemente porque otras, por un motivo u otro, se van colando y eso le ha sucedido a la novela que inauguró mis lecturas de 2022, la novela con la que comencé el año y que merece, al menos, unas pocas palabras. Hoy os hablo de Llévame a casa.
Juan hace años
que vive en Edimburgo y tras una larga ausencia regresa a su pueblo natal,
Cruces, para asistir al entierro de su padre. Allí su hermana Isabel, que vive
en Barcelona, no tarda en reprocharle la desatención y el poco interés hacia
sus padres, mientras que ella, que también vive a kilómetros de distancia, ha
estado todo lo atenta que ha podido a sus necesidades, con viajes continuos
para estar a su lado. Pero ahora tiene una oportunidad profesional en Estados
Unidos que no puede rechazar y que obliga a Juan a hacerse cargo de su madre a
quien recientemente le han diagnosticado Alzheimer.
Recuerdo que
esta lectura me tocó muy adentro, probablemente porque yo también vivo lejos de
mis padres, ahora ya solo mi madre, y aunque nada tengo que ver con ese egoísmo
inmaduro del que hace gala el protagonista de la novela, fue precisamente
su actitud y ese deterioro paulatino de su madre, que paso a paso y a golpe de
minucias cotidianas, nos narra con acierto Jesús Carrasco, el que me hizo
sensibilizarme aún más sobre la importancia de la cercanía de los seres
queridos que tenemos todos y, muy especialmente nuestros mayores.
Juan es lo menos
cercano que uno pueda imaginar y no hablo solo de una cuestión física, porque
la distancia puede ser mucha, pero la atención también puede ser toda, porque
únicamente se está solo cuando nadie te quiere, cuando nadie se preocupa por
ti. Pero poco a poco Juan va cambiando y el lector asiste a su cambio,
incluso a su catarsis, a golpe de reencuentros, con Fermín, su amigo de la
infancia, con Germán, aquel que fuera la mano derecha de su padre. Y reencontrarse,
cómo no, con su madre, a medida que ella se aleja hacia su niñez, empeñada en
volver a casa, a aquella que dejó atrás para formar su propia familia, Juan
se va acercando y va descubriendo que esa falta de afecto que arrastra desde la
infancia quizá sea simplemente el no saber expresar emociones por parte de unos
padres que han dedicado su vida al trabajo y a intentar que sus hijos tengan
una vida mejor, esas emociones para las que él también parece totalmente
inhabilitado.
Y todo esto nos lo narra Jesús Carrasco sin abusar de sensiblerías y derrochando sensibilidad mientras nos sumerge en la cotidianeidad dolorosa de un enfermo de Alzheimer y su cuidador, mientras nos sumerge en la desconcertante sensación de pérdida y desorientación que supone para los hijos la enfermedad y la muerte de sus padres.
He tardado
demasiado en hablar de esta novela y confieso que en parte se debe a que fue
una lectura tan buena como dolorosa. No tardéis demasiado vosotros en darle una
oportunidad si no lo habéis hecho ya porque realmente merece la pena.
Mikel Santiago
es uno de los autores fijos en este espacio y es que desde que me conquistó con
La última noche en Tremore Beach, que a día de hoy continúa siendo mi favorita,
no falto nunca a sus citas literarias que últimamente se suceden a golpe de una
por año de forma que aquella trilogía que comenzara en 2020 con El mentiroso y
continuara con En plena noche en 2021, cierra ahora (¿seguro que cierra?) con
la novela de la que os hablo hoy, Entre los muertos.
Nerea Arruti, agente
de la Ertzaintza, ha pasado un romántico fin de semana con su amante, el
forense Kerman Sanginés, pero a la vuelta sufren un accidente afortunadamente
sin grandes consecuencias salvo los daños en el vehículo. Dada la relación
prohibida que mantienen, Nerea abandona el lugar del siniestro mientras Kerman
se dispone a llamar al 112. Pero lo que aparentemente parecía tener una
solución sencilla se complica de forma inesperada y Nerea se ve inmersa en un
problema del que no ve forma de salir y que se enreda más y más a cada paso que da.
No se le puede
negar a Mikel Santiago la fantástica capacidad que tiene para plantear inicios
que atrapan al lector en las primeras páginas y no soltarlo ya hasta el final y
es que el autor nos conduce a través de una trama original y bien armada que,
si bien se intuye en algunos aspectos, resulta tan ingeniosa como entretenida.
En esta última
entrega de la Trilogía de Illumbe, Nerea Arruti es la protagonista absoluta y
será su voz en primera persona, muy conseguida, la encargada de conducirnos por
la narración de forma que vivimos su angustia y tensión al no poder contar todo
lo que sabe sobre el accidente. Al mismo tiempo profundizamos en un personaje
al que, si bien ya conocíamos, poco sabíamos sobre su pasado y sobre sus
miedos, esos que la empujan a ser una persona solitaria a la que le cuesta
abrirse a los demás.
Me ha gustado
conocer tan de cerca a Nerea y acercarme con ella a su complicada situación al
igual que ha sido un placer pasear de nuevo por ese pueblo ficticio que es
Illumbe mientras la historia se va enredando más y más a base de giros y
sorpresas haciendo de Entre los muertos una de esas novelas que, una vez
comienzas, no puedes parar de leer cayendo continuamente en la trampa mortal de
“leo un capítulo más y lo dejo”.
En definitiva,
Entre los muertos es una novela muy entretenida con un ritmo que no para de
crecer y la habitual prosa directa y visual a la que nos tiene acostumbrados el
autor. Me preguntaba al inicio de esta reseña si es seguro que este es el
cierre y es que creo que Nerea Arruti e Illumbe pueden darnos todavía grandes
alegrías lectoras con las que yo me animaré sin dudarlo si llega el caso.